Titular del Daily Record haciéndose eco del incidente. Fuente Wikipedia. |
Una de las cosas más extrañas en torno a este caso, fueron las diversas versiones que el Gobierno norteamericano fue dando en el transcurso del día de este incidente. Entre las diversas contradicciones, hay dos que son de llamar la atención. La primera fue dada por el oficial Walter Haut, diciendo que un disco volador había sido recobrado en el rancho cercano a la base militar, por el grupo de operaciones 509. Lo describían como producto de un choque.
La segunda versión fue dada por el general de la fuerza aérea Roger Ramey, donde afirmaba que el objeto era simplemente un globo meteorológico, presentando al público los restos recuperados.
Pero eso no era todo, porque después de algunas décadas, algunos militares retirados que estuvieron en el incidente, comenzaron a divulgar una serie de comentarios que llamaron la atención de muchos. Jesse Marcel, un oficial de inteligencia, comentaba que entre los restos recuperados, había algunos que eran extremadamente ligeros y muy resistentes. Otros testigos, decían que se habían recuperado dos pequeños cuerpos, que tripulaban la nave en forma de huevo que se había estrellado cerca de la localidad.
¿Oculta algo el Gobierno de los Estados Unidos?, ¿qué fue lo que recuperaron los militares en el Rancho Foster?, hay muchas interrogantes al respecto. Pero de lo que si podemos estar seguros, es que este hecho cambió la historia del mundo y nos enseñó a observar el cielo de una manera distinta.
Javier Sierra es hoy en día, uno de los más conspicuos escritores que se han atrevido a desentrañar el secreto; hace 20 años realizó una de las investigaciones más detalladas, entrevistando a los pocos testigos que aún estaban con vida y a los hijos de ellos que guardaban algún secreto.
Hoy decide lanzar nuevamente esta investigación, para los lectores de Latinoamérica, no solo para los apasionados del asunto, sino también para los nuevos inquisidores, que inician su carrera en el terreno de la ufología.
Javier Sierra presentando su libro "Roswell, Secreto de Estado" |
Entrevista
Han pasado casi 70 años, de uno de los enigmas más controvertidos de la historia ovni.
Roswell es sin duda la meca de los ufólogos, donde deciden iniciar sus pesquisas. Usted hace 20 años publicó un libro al respecto, donde planteaba el resultado de sus investigaciones referentes al caso. ¿Por qué decide lanzarlo nuevamente?
Es cierto. "Roswell. Secreto de Estado" se publicó hace casi veinte años, en un momento muy delicado del debate público sobre la existencia de los ovnis. En aquel entonces quienes nos interesábamos por esta cuestión éramos una minoría social. Nos costaba un mundo dar a conocer la seriedad de nuestro trabajo y las denuncias de que los Gobiernos de medio mundo clasificaban casos ovni siguiendo instrucciones de Estados Unidos no llegaban a casi ninguna parte. Hoy todo eso ha cambiado. Internet ha puesto de relieve que los ciudadanos cansados de estos secretos somos legión y creo que las nuevas generaciones merecen conocer de dónde nació esta política de ocultación.
¿En este libro, el lector podrá encontrar una respuesta a este secreto velado por los militares?
Sin duda. Debe usted saber que fueron los militares quienes, tras la Segunda Guerra Mundial, crearon las primeras comisiones oficiales de investigación de este misterio y quienes decidieron que este asunto podía afectar a la seguridad nacional y debía tratarse como “materia reservada”. Naturalmente, la opinión pública quería saber por qué, pero nadie les respondió.
¿Cree conocer los entresijos de este caso?
Creo saberlo. Todo se origina cuando en el verano de 1947, en EE.UU., poco antes de tomar esa decisión, los responsables de la base militar de Roswell, en Nuevo México, aseguraron haber recuperado los restos de un “disco volante”. Lo hicieron a través de un comunicado oficial en el que dieron detalles asombrosos de ese accidente. Sin embargo, al poco se desdijeron asegurando que habían confundido un globo meteorológico con un ovni. Y aunque nadie les creyó el tema terminó por olvidarse. En 1994, poco antes de publicarse mi libro, el Senador por Nuevo México Steven Schiff, pidió explicaciones de aquel oscuro episodio a su Gobierno. Faltaban sólo tres años para que se cumpliese medio siglo del accidente y para que su dossier se desclasificase automáticamente. Contra todo pronóstico, el Gobierno retomó la excusa del globo, el senador murió de un cáncer repentino, mientras que en la prensa de todo el mundo comenzaba a hablarse de una filmación “top secret” en la que se recogía la autopsia a dos de los ocupantes (extraterrestres, claro) de aquel objeto de Roswell. ¿Sospechoso, no le parece?
Hace algunas décadas, el filme de una autopsia realizada a supuestos alienígenas de Roswell, se propagó como virus por todo el mundo. Existen muchas dudas respecto a esta evidencia. ¿Cree que sea un fraude para desviar la atención o desacreditar el caso?
Exacto. Piénselo. Visto desde fuera, aquel documento filmográfico parecía un claro ejemplo de intoxicación informativa. Su oportuna aparición, aunque entonces rodeada de muchas incógnitas, desvió el interés por la desclasificación del viejo “expediente Roswell” y avivó debates sobre un filme que luego demostró ser un fraude. Con todo, yo viví muy cerca de los protagonistas todo aquel asunto y escribí mi libro en medio de esa efervescencia. Dos décadas más tarde, mi libro ya no puede verse como un reportaje sino como un documento histórico que ayuda a comprender cómo los servicios de inteligencia de EE.UU. se sirvieron de la creencia en los ovnis para ocultar sus propios secretos militares.
Que nos puede comentar en relación a unas diapositivas a las que algunos investigadores norteamericanos han tenido acceso; dichas filminas fueron tomadas en 1947, en el lugar del accidente. ¿Qué nos puede decir al respecto?
De momento soy muy cauto. Encontrar unas imágenes así sería como dar con el Santo Grial. Terminarían nuestras dudas sobre la naturaleza del fenómeno y se abriría una nueva era en este campo de investigación. Pero han sido tantos los fraudes que se nos han querido presentar como “Griales” que, de momento, y a falta de ver ese material y sus análisis, desconfío.
Con nuevas ediciones, algunos estudiosos del tema, imaginan que están ´por develarse nuevas teorías o líneas de investigación, ¿es esto así?
Bueno, en 1995 mi libro no fue un evento editorial propiamente dicho pero coincidió con un momento de gran interés por el asunto ovni. Series de televisión como “Expediente X” o superproducciones de Hollywood como “Independence Day” llegaban a nuestra retina en cascada. Y en todas se hablaba del caso Roswell. Por un lado fue positivo, porque dio a conocer aquel episodio de la posguerra, pero por otro lo desvirtuó. Se exageraron detalles y, lo peor, se omitió el contexto en el que se produjo aquel accidente, en medio de la primera oleada moderna de observaciones de “platillos volantes”. Como consecuencia, muchos han pensado que Roswell no es más que una “leyenda urbana”, un mito, y nada más lejos de la realidad. Fue un accidente real. Muy serio. Que tuvo en jaque a la comunidad de inteligencia militar de la época y hasta al FBI. Y que sigue siendo secreto de Estado.
¿Realizó alguna modificación en el contenido del libro?
El libro necesitaba pocos retoques, la verdad. Apenas un prólogo que justificara por qué volvía a editarse tras tantos años “perdido”, y un epílogo con la confesión por parte de sus autores de que la película de las autopsias fue un fraude. Por lo demás, su contenido y su denuncia permanece vigente.
Como le comentaba en un inicio, el caso Roswell ha sido uno de los enigmas más controvertidos de la historia ovni. Distintas versiones, ocultamiento de información por el Gobierno norteamericano y muchas cosas más. ¿Cuál es su postura al respecto?
Roswell era la única base de su época que guardaba bombas atómicas en sus silos. Allí se armaron los aviones que en 1945 dejaron caer las primeras armas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki. Por otra parte, Nuevo México era el gran campo de pruebas de los primeros cohetes americanos y el lugar donde se fraguaría la carrera espacial. Era lógico que si uno de sus prototipos caía, lo hiciera en esa zona. Aunque, por otra parte, si yo fuera un observador llegado del espacio exterior, sin duda uno de los lugares que sometería a vigilancia sería precisamente ése. ¡Ahí se concentraba la vanguardia tecnológica mundial! Por tanto, sigo con las mismas dudas esenciales de hace dos décadas… Todo es posible: que fuera un accidente nuclear… o algo “de fuera”.
¿Qué dudas nuevas o conclusiones cree que hayan surgido a 67 años del incidente Roswell?
Estoy convencido de que el hombre que más cerca estuvo de resolver este misterio fue el senador Schiff. Él requirió un informe a la Oficina General de Contaduría (algo así como nuestro Tribunal de Cuentas) en el que se especificaran los gastos derivados de la recuperación, traslado y estudio del objeto de Roswell. El accidente tuvo que dejar un rastro burocrático colosal que, sin embargo, Schiff descubrió que había sido meticulosamente borrado. ¿Por qué?.
Otro frente lo abrió poco después de publicarse "Roswell, Secreto de Estado", el Teniente Coronel Philip Corso, que en la época del caso, tenía acceso a los grandes secretos del Pentágono y que, poco antes de morir, publicó un libro en el que aseguraba que lo caído en Roswell fue utilizado para mejorar la tecnología militar de su tiempo. Según él, aquello fue sin duda un vehículo de otro mundo. Siempre me llamó la atención que nadie en el Pentágono o en la Agencia Nacional de Seguridad lo desacreditara o lo desdijese. ¿Cómo debemos entender, pues, esas confesiones? ¿Cómo información… o como desinformación?
Por último, en agosto de 2013 falleció el último testigo directo del caso Roswell. Era Jesse Marcel Jr., hijo del oficial de inteligencia que recuperó los restos del ovni y que llegó a mostrarle algunos fragmentos cuando tenía sólo 7 años de edad. Marcel vivió toda su vida con el recuerdo de aquellos objetos metálicos raros, llenos de signos, que tuvo en su mano, y que para él eran de naturaleza extraterrestre. Con su muerte se nos plantea un nuevo desafío: a partir de ahora toda la investigación del caso deberá hacerse sobre fuentes documentales; ya no sobre testigos. Se ha convertido en un caso para historiadores, no para periodistas.
Ante todos los avances tecnológicos para la exploración del Universo, ¿Por qué creer que el ser humano siga observando las estrellas?
Tal vez sea una reacción atávica. Hoy sabemos que el agua de nuestros mares vino del espacio. Y la vida seguramente también. En realidad miramos a casa, al lugar de dónde venimos.
Esperamos te haya gustado esta interesante entrevista. Y te invitamos a profundizar en el tema, puedes visitar la página oficial de Javier Sierra, www.javiersierra.com, para que conozcas más del autor y sus diversas publicaciones o adquirir su nuevo libro en las principales librerías del país.
FUENTE: http://laruedadelmisterio.blogspot.com.es/
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