No me avergüenza confesarlo: me encantaría que alguien aportara pruebas demoledoras de la existencia de algún ser vivo que pulverizara los dogmas, ya fuera vida extraterrestre (hombrecitos verdes) o intraterrestre (eso que suele llamarse criptozoología).
Ignoro si la que más se hincha aquí es la vena fantasiosa del escritor o la del biólogo a quien le gustaría asistir a un descubrimiento de esos que los británicos llaman game-changers, que obligan a borrar la pizarra y a replantear todo lo que creíamos saber sobre la evolución de las especies y los límites de la biología. Tanto quienes se dedican a la ciencia como quienes escribimos sobre ella estamos naturalmente comprometidos con un escepticismo necesario para mantener gruesa y bien pintada la línea que separa la ciencia de la pseudociencia; pero nadie que se precie de tener ojos en la cara negaría la evidencia si le presentaran ante los mismos un pterodáctilo vivo, como hacía el profesor Challenger en la novela de Arthur Conan Doyle El mundo perdido.
Sin embargo, hasta ahora algo semejante no ha ocurrido, y eso a pesar de que ha estado muy cerca. Un ejemplo conocido sucedió hace casi cuarenta años con la entrada del monstruo del lago Ness en los anales científicos por la puerta grande, la de la revista británica Nature.En 1975, el inventor y abogado estadounidense Robert Rines y el naturalista inglés Sir Peter Scott, hijo del explorador antártico Robert Falcon Scott, consiguieron colocar en la publicación científica más exclusiva y prestigiosa del mundo (siempre en rivalidad con Science) un artículo que otorgaba a Nessie la categoría de criatura real con nombre y apellido científicos: Nessiteras rhombopteryx, que en griego viene a significar algo así como “la maravilla de Ness con aletas romboidales”.
Y aun así, es evidente que desde entonces ninguno de los negocios de la región del lago ha llegado a ofrecer paseos en barco para dar de comer al monstruo, y que ninguno de los ejemplares de esta especie se ha exhibido jamás ante el público, vivo o muerto. Y cualquiera que conozca la zona sabe que sus habitantes son especialistas en explotar casi lo inexplotable en relación a Nessie. Siendo así, ¿cómo fue que un animal que nunca ha dejado de ser ficticio consiguió abrirse un hueco en una revista en la que, como puede atestiguar cualquier investigador, publicar un resultado científico legítimo es un logro casi inalcanzable para muchos? ¿Y cómo lo hizo rompiendo la norma de que toda nueva especie descrita en la literatura científica debe acompañarse con un espécimen tipo que esté a disposición de los investigadores?
La historia del artículo que se publicó en diciembre de 1975 bajo el título Naming the loch Ness monster (“Nombrando al monstruo del lago Ness”) se remonta a tres años antes, cuando Rines se encontraba de luna de miel en Escocia con su segunda mujer. Ambos visitaban a unos amigos en su propiedad con vistas al lago Ness, famoso desde antiguo por su gran profundidad y sus aguas oscuras y turbias, cuando observaron algo que se elevó sobre la superficie y que describieron como el lomo de un animal con una piel parecida a la del elefante. “No me importa lo que piense nadie; tienes que investigar qué era eso”, fue lo que al parecer dijo a Rines su nueva esposa, y el norteamericano hizo de ello la misión de su vida a partir de entonces.
Para lograr sus fines, Rines se alió con Scott, un reconocido ornitólogo, pintor, naturalista y aventurero que años antes había fundado una institución dedicada a la búsqueda de Nessie. Juntos emprendieron un proyecto cuyos resultados fueron unas fotografías subacuáticas que parecían mostrar la aleta romboidal de un animal en movimiento. Los dos investigadores escribieron su artículo y lo enviaron a una revista cuyo editor más histórico y carismático, John Maddox, había hecho notar en alguna ocasión que Nature podría publicar un artículo sobre el monstruo del lago Ness sin perder su autoridad. Aunque Maddox no era el editor en 1975, probablemente la huella de su estilo y la influencia de Scott, una conocida figura del conservacionismo británico, fueron esenciales para que la revista admitiera la publicación de un artículo en el que se catalogaba a Nessie como especie, amparándose en la presunción de que, en caso de existir, podía sufrir un riesgo crítico de extinción. “[Los autores] apuntan que la reciente legislación británica provee que se otorgue protección a las especies amenazadas; para recibir protección, sin embargo, un animal debería recibir primero un nombre científico formal. Es mejor, argumentan, prevenir que curar; un nombre para una especie cuya existencia es aún materia de controversia entre muchos científicos es preferible a ninguno si debe asegurarse su protección”, escribían los autores enNature.
La publicación del artículo fue tan sonada que incluso llegó a motivar una presentación en el Parlamento británico. Pero una vez se fueron apagando los ecos de aquella pequeña revolución, Nessie acabó saliendo del ámbito científico tan fácilmente como había entrado. Nunca hubo más pruebas. Poco después, un político escocés descubrió que el nombre científico del presunto animal era un anagrama de la frase “Monster hoax by Sir Peter S“, o “broma del monstruo de Sir Peter S”, una afirmación a la que Rines contraatacó con otro anagrama: “Yes, both pix are monsters, R“, o “sí, ambas imágenes son monstruos, R”. Posteriormente se demostró que las fotografías tomadas por la expedición de Rines y Scotthabían sido retocadas hasta revelar algo que en las imágenes originales era prácticamente indistinguible y que correspondía simplemente al lecho del lago. Pero con todo ello, algunas opiniones sugieren que ambos investigadores estuvieron demasiado convencidos de la existencia del monstruo e implicados en su búsqueda como para haber organizado un montaje burlesco tan fácil de destapar: el anagrama era, probablemente, una curiosa coincidencia. Por su parte, Rines falleció en 2009 convencido de que la criatura era real, pero que se había extinguido con posterioridad a sus primeras investigaciones.
Después de aquel frustrado acontecimiento científico, no ha aparecido ninguna nueva pruebairrebatible apoyando la existencia del monstruo, aunque el goteo no ha cesado, incluyendo unpretendido fósil. En 2003, una exhaustiva búsqueda auspiciada por la BBC que rastreó cada gota de agua del lago no encontró signos de ningún animal de gran tamaño, en lo que para la mayoría fue la refutación definitiva del mito de Nessie. Y sin embargo, la leyenda continúa resurgiendo periódicamente de sus aguas. La última vez hasta la fecha, el pasado abril, cuando los medios británicos publicaron unas fotografías rescatadas de la aplicación Apple Maps por un usuario y que mostraban lo que sin duda aparentaba la forma de un animal desconocido nadando bajo la superficie del lago Ness:
No es la primera vez que las imágenes de satélite de las aplicaciones de mapas descubren bombazos científicos, como sucedió en su día con la presunta imagen de la Atlántida sumergida en Google Maps. En aquel caso como en este, la explicación es la misma: las imágenes son mosaicos de fotografías que solapan, por lo que en algunos casos pueden observarse líneas de sutura (como en el caso de la falsa Atlántida) u objetos fantasmales que se desvanecen… como el barco que imprimió la estela de la foto de Apple Maps, según revela este análisis elaborado por Mick West, editor de la web metabunk.org dedicada a desacreditar las afirmaciones pseudocientíficas:
Un último dato curioso: la casa de apuestas William Hill mantiene un acuerdo con el Museo de Historia Natural de Londres por el que esta institución es la encargada de verificar cualquier prueba de la existencia del monstruo que pretenda zanjar la apuesta abierta al respecto. Con motivo del último avistamiento en Apple Maps, el corredor de William Hill, Rupert Adam, manifestó: “Es la mejor prueba que hemos visto en un par de años. Ahora hemos pasado desde 250 a 1 hasta 100 a 1 a que se encontrará a Nessie (confirmado por el museo) antes del fin de 2014. Nos podría costar una suma de seis cifras, y esperemos que Nessie no aparezca para arruinarnos la Navidad”. Así que ya saben: con una modesta apuesta pueden multiplicar su inversión por cien. Pero no confíen en ello.
FUENTE :http://blogs.20minutos.es/ciencias-mixtas/2014/06/17/el-monstruo-del-lago-ness-no-existe-otra-vez/
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