Las teorías conspirativas siempre han tenido un gran público, pero hoy en un mundo donde las amenazas, entre la realidad y la especulación se han transformado en la moneda corriente de los medios de información o alienación, el tema no puede ser descartado.
Cuando vemos los informes económicos que señalan que el 1% de las sociedades desarrolladas crecen y se expanden sin problemas en todo el mundo y el resto, ya sea del mundo desarrollado o no, se empobrecen, pensamos que algo realmente se está planificando o sino es una suma de casualidades, difíciles de creer y mucho menos de entender fuera del marco de un poder que está por encima de los Estados.
Umberto Eco ya hablaba en los 70´s de un regreso al Medioevo y recientemente se ha empezado a hablar de nuestra época como de una Nueva Edad Media, o como lo expresa Roberto Vacca en un inquietante libro. Lo dramáticamente cierto de la tesis de Vacca es que ésta se basa en la degradación de los grandes sistemas típicos de la era tecnológica, demasiado vastos y complejos para ser coordinados por una autoridad central y también para ser controlados individualmente por un aparato directivo eficiente, por lo que están condenados al colapso y, por interacciones recíprocas, a producir un retroceso de toda la civilización industrial.
El ejemplo que da es tan normal que no requiere de “creer”, y es que un día, en Estados Unidos, la coincidencia de un atasco de autopistas con una paralización del tráfico ferroviario impide que el personal de relevo acceda a un gran aeropuerto y los controladores no relevados, vencidos por el estrés, provocan la colisión entre dos cuatrirreactores, que se precipitan sobre una línea eléctrica de alta tensión, cuya carga, repartida entre otras líneas ya sobrecargadas, provoca un black out como el que ya sufriera Nueva York hace algunos años y éste dura varios días. Como nieva y las calles están bloqueadas, los automóviles forman monstruosos atascos; en las oficinas, se encienden fuegos para calentarse, estallan incendios y los bomberos no logran llegar a los sitios para apagarlos. La red telefónica queda bloqueada bajo el impacto de cincuenta millones de personas aisladas que tratan de comunicarse. Se inician marchas por la nieve, que ocasionan víctimas que se abandonan en las calles.
La gente, privada de aprovisionamientos de toda clase, intenta apoderarse de refugios y mercancías; entran en acción las decenas de millones de armas de fuego vendidas en Norteamérica. Las fuerzas armadas asumen el poder, pero son víctimas también de la parálisis general. La gente saquea los supermercados, en los hogares se acaban las reservas de velas, aumenta el número de muertos a causa del frío y el hambre, y en los hospitales los enfermos mueren por falta de cuidados.
Después de algunas semanas, cuando penosamente se restablezca la normalidad, los millones de cadáveres dispersos por las ciudades y el campo comenzarán a propagar epidemias y provocarán flagelos de dimensiones parecidas a los de la peste negra, que en el siglo XIV destruyó dos tercios de la población europea. Surgirá entonces la psicosis «de contagio» y se afirmará un nuevo macartismo mucho más cruento que el primero.
La vida política, que habrá entrado en crisis, se subdividirá en una serie de subsistemas autónomos e independientes del poder central, con ejércitos mercenarios y administraciones autónomas de justicia. Mientras tanto, la crisis continuará indefinidamente; quienes lograrán superarla con más facilidad serán los habitantes de las áreas subdesarrolladas, ya preparados para vivir en condiciones elementales de vida y de competencia, y se producirán grandes migraciones, que darán lugar a fusiones y mezclas raciales, importación y difusión de nuevas ideologías.
No cabe duda que una parte importante de la clase media de Estados Unidos cree en esta posibilidad y se prepara para este choque, son los famosos “preppers”, personas que se preparan activamente para afrontar por su cuenta cualquier emergencia, desde una catástrofe natural como una gran inundación o el impacto de una llamarada solar a una guerra, un colapso económico, una pandemia o una explosión atómica.
Un grupo de científicos promovidos por grandes magnates, entre ellos Bill Gates, se suman a estas teorías, ya que nadie en la ciencia descarta lo que sería la posibilidad de un apocalipsis agrícola, generado por el cambio climático, las sequías, las plagas o los ataques nucleares que amenazan la alimentación del mundo. Por ello es que para evitar este potencial desastre, más de 70 países guardan cerca del polo norte las semillas de todos los alimentos del planeta, en la Global Seed Vault (bóveda global de semillas) en las islas Svalbard (Noruega).
En el 2007, el Ministerio de Defensa del Reino Unido, integra un Programa de las Tendencias Mundiales 2007 – 2036, generado por el Centro de Desarrollo, Conceptos y Doctrina (DCDC), una Dirección General, dentro del Ministerio de Defensa del Reino Unido y, por ende, un documento para el desarrollo de la Política de Defensa del Reino Unido.
El documento parte de que en los próximos 30 años, todos los aspectos de la vida humana van a cambiar a un ritmo sin precedentes, levantando nuevas características, y tocará las vidas de todos en el planeta a partir de tres grandes temas: el cambio climático, la globalización y la desigualdad en el mundo.
El cambio climático está ocurriendo y la atmósfera continuará calentándose a un ritmo sin precedentes en todo el siglo XXI y un consenso científico sostiene que una gran parte de este calentamiento es atribuible a las actividades humanas, principalmente a través de la concentración de CO2 y otros gases de efecto invernadero. El cambio se intensificó y aceleró por la disminución de los procesos de captura de carbono natural (como los bosques y la vida marina) y la reducción de los casquetes polares. La incertidumbre sigue siendo en cuanto a la velocidad precisa y el carácter de los cambios esperados en el próximo siglo.
El crecimiento económico, que vienen acelerando los nuevos países emergentes con el BRIC+S, empujará el aumento del consumo y se traducirá en una mayor demanda y competencia por los recursos esenciales, como la demanda de energía, cuyas reservas están en regiones políticamente inestables y las naciones consumidoras primarias es probable que sean cada vez más reacias a confiar en la seguridad de suministrar a las fuerzas del mercado la integridad del sistema internacional. El aumento de la demanda y el cambio climático es probable que ponga presión sobre el suministro de productos de primera necesidad, por ejemplo, una disminución drástica de las poblaciones de peces o una capacidad reducida de manera significativa a cultivar arroz en el sudeste asiático o el trigo en las llanuras de Estados Unidos.
En respuesta a la globalización y las presiones de un mundo más seguro, las redes basadas en la familia, clan o tribu, estructuras y grupos de parentesco extenso, en común con un enfoque más comunitario, es probable que proliferen, especialmente en las zonas de declive o de baja prosperidad y oportunidades.
El poder estratégico de Estados Unidos también se diluye progresivamente por su integración en una economía cada vez más globalizada y la necesidad de abordar sus grandes desequilibrios presupuestarios y el déficit.
Lo inesperado también tiene que ser tomado en cuenta con los choques que van a suceder y la discusión ahora describe las formas en que se pueden producir discontinuidades. Las clases medias podrían convertirse en una clase revolucionaria, tomando el papel previsto para el proletariado según Marx, y la globalización de los mercados de trabajo y la reducción de los niveles de provisión de bienestar nacional y el empleo podrían reducir el apego de los pueblos a los estados particulares.
La creciente brecha entre ellos y un pequeño número de individuos súper ricos altamente visible podría alimentar el desencanto con la meritocracia, mientras que el crecimiento urbano de clases bajas, probablemente represente una amenaza creciente para el orden social y la estabilidad. Las mismas fuerzas podrían empujar a las clases medias hacia los movimientos de extrema izquierda y los pueden llevar a la derecha al fascismo.
Detroit, es una foto del futuro, la ciudad donde reinaba la industria del automóvil, cayó vencida por los profundos cambios en la industria y hoy se presenta como una de las ciudades del futuro que entrarán en crisis por la suma incontrolada de población y de deuda social, lo que terminará haciéndolas altamente inestables. Esta sociedad incontrolada, resentida y con hambre podría ser controlada por lo que se denomina la teoría de la Turbulencia Social, una continuación de la doctrina del shock, que brillantemente estudio Naomi Klein.
Esta teoría planteada por Eric Trist y Frederick Emery, sostiene que la población puede ser controlada, o “amansada” a través de catástrofes provocadas como el desabasto de energía, colapso financiero, grandes ataques terroristas, que al darse seguidos generan una verdadera “psicosis colectiva”, algo que se comenzó a ensayar el 11-S.
Las reacciones de la sociedad serán diversas y allí podemos encontrar a los preppers y otros tipos de potenciales sobrevivientes, que harán realidad, lo que hoy la ciencia ficción pretende enseñarnos como la “Teoría de un futuro inevitable”.
La sociedad de la red y no de las solidaridades, el individualismo total y los deseos de supervivencia serán las bases de una filosofía donde subsistir es la meta, algo que se repite en novelas, películas, series y juegos, todos estos modelos educativos o entrenamientos de una sociedad acosada, dominada y controlada por un poder central, por encina de los nacionales.
FUENTE: vallartaopina.net
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